Solemos llevar una vida cotidiana llena de costumbres diarias que nos hacen sentir bien en la mayoría de los casos, con ellas realizamos cada acción perteneciente al día con una seguridad que no tendríamos si afrontáramos un día diferente. Estos hábitos diarios repetidos pueden repercutir negativamente en nuestra personalidad, por lo que debemos ser receptivos ante los cambios que nos presenta el “día a día” para no acabar esclavizados a una vida repetitiva y sin emociones.
Nuestro cerebro suele acostumbrarse fuertemente a los hábitos diarios, cuanto mas tiempo pasemos con los mismos hábitos, mas “a fuego” quedarán marcados estos, y mas difícil serán de cambiar, por lo que hacerlo cuanto antes resultará mas fácil de realizar.
Podemos fijarnos en un modelo de vida que nos puede ayudar a deshacernos de esos hábitos repetitivos, el modelo del que os hablo es el de lo niños, si, como han leído. Los niños tienen una receptividad natural a los cambios en la vida. Van creciendo, y siendo cada vez más autónomos, descubren la vida poco a poco, no cambian de un día para otro. Es en ese punto en el que nos debemos de fijar. No debemos de obsesionarnos con un cambio radical en nuestra vida, sino, ir poco a poco integrándolo hasta que forme parte de nuestra vida de forma natural.
Al igual que la especie en general va evolucionando su forma de actuar y de pensar, nosotros, individualmente debemos ser flexibles y adaptarnos también a eso cambios.
